por Robert G. Ingersoll
(Traducción del inglés por Ludisto Mirinda)
Indice
Robert G. Ingersoll (1833-99) fue el más
distinguido orador ateo de Estados Unidos. Muchos de sus discursos fueron
dedicados a la hipocresía de la religión. Con ellos incitaba a la reflexión.
Con ellos causó gran alarma en el clero, que al instante procedió a calumniar y
difamar a Ingersoll. A sus ataques respondió él:
"La gente que ama a sus enemigos
debería por lo menos decir la verdad acerca de sus amigos. Si yo resultara ser
el peor hombre del mundo, la historia del diluvio seguiría siendo tan
improbable como antes, y las contradicciones del Pentateuco seguirían exigiendo
una explicación."
Las conferencias de Ingersoll atraían a
miles de personas, mayormente debido a su ingenio liberal, su elevado estilo
oratorio, y su osadía al atacar algunas de las "vacas sagradas" de la
sociedad. Con su perspicacia y gran sabiduría abrió los ojos de muchos acerca
de lo dudoso de las creencias religiosas. Aseguró al clero que la biblia y los
dogmas y supersticiones religiosos no seguirían siendo inmunes a la crítica honrada. Aunque sus palabras se
escucharon hace cien años, continúan tan relevantes hoy como entonces.
Alguien debiera decir la verdad acerca de
la Biblia. Los predicadores no se atreven, porque serían echados de sus
púlpitos. Los profesores de escuelas no se atreven, pues perderían sus
salarios. Los políticos no se atreven. Serían derrotados. Los publicistas no se
atreven. Perderían subscriptores. Los comerciantes no se atreven, porque
perderían clientes. Las personas de la sociedad no se atreven, por temor a
desprestigiarse. Ni siquiera los oficinistas se atreven, porque serían
despedidos. Y por lo tanto lo haré yo.
Millones de personas creen que La Biblia
es la palabra inspirada de Dios; millones que creen que este libro es báculo y
guía, consejero y consolador; que llena el presente de paz y el futuro de
esperanza; millones que creen que es fuente de leyes, justicia y compasión, y
que el mundo debe su libertad, riqueza y civilización a sus sabias y benignas
enseñanzas; millones que se imaginan que este libro es una revelación de la
sabiduría y el amor de Dios al cerebro y el corazón de la humanidad; millones
que consideran este libro como una antorcha que vence la obscuridad de la
muerte, y vuelca sus resplandores sobre otro mundo: un mundo sin una lágrima.
Se olvidan ellos de su ignorancia y
salvajismo, su odio a la libertad, su persecución religiosa; recuerdan
solamente el cielo, pero se olvidan del calabozo del castigo eterno. Se olvidan
de que encarcela el cerebro y corrompe el corazón. Se olvidan de que es el
enemigo de la libertad intelectual. La libertad es mi religión. La libertad de
las manos y del cerebro, del pensamiento y el trabajo. Libertad es palabra
odiada por reyes, detestada por papas. Es una palabra que quiebra tronos y
altares, que deja a los coronados sin súbditos, y a la mano extendida de la
superstición sin limosnas. La libertad es la flor y el fruto de la justicia, el
perfume de la compasión. La libertad es el suelo y la
simiente, el aire y la luz, el rocío y la
lluvia del progreso, el amor y la alegría.
l El origen de la Biblia
Unas pocas familias errantes, pobres,
miserables, sin educación, artes ni oficios ni poder; descendientes de los que
habían sido esclavos por cuatrocientos años; tan ignorantes como los habitantes
del África Central, acababan de escapar de sus amos al desierto de Sinaí. Su
jefe era Moisés, hombre que había sido criado en la familia del Faraón y que
había aprendido las leyes y la mitología de Egipto. A fin de controlar a sus
secuaces, pretendía estar guiado y ayudado por Jehová, el dios de tales
errabundos.
Todo lo que sucedía se atribuía a la
intervención de ese dios. Moisés declaró que se encontraba con ese dios cara a
cara; que en la cima del Sinaí había recibido las planchas de piedra en que
habían sido escritos por el dedo de ese dios los Diez Mandamientos, y que en
adición a ellos, Jehová había dado a conocer los sacrificios y ceremonias que
le agradaban, y las leyes por las cuales el pueblo debería ser gobernado. De
este modo se establecieron la religión judía y el Código Mosaico.
Ahora se afirma que esta religión y estas
leyes fueron y son reveladas y establecidas para toda la humanidad. En aquel
tiempo, esos errabundos no comerciaban con otras naciones, no tenían lenguaje
escrito, no sabían ni leer ni escribir. No tenían medios de dar a conocer esta
revelación a otras naciones, y por ello permaneció enterrada en la jerga de
unas pocas tribus desconocidas, ignorantes y paupérrimas, durante más de dos
mil años.
Muchos siglos después de que Moisés, el
cabecilla, había muerto; muchos siglos después de que todos sus seguidores
habían fallecido, se escribió el Pentateuco, obra de muchos escritores, y para
darle fuerza y autoridad, se formuló la pretensión de que Moisés había sido el
autor.
Ahora sabemos que el Pentateuco no fue
escrito por Moisés. Se mencionan poblaciones que no existían cuando Moisés
vivía. Se menciona dinero, no acuñado hasta siglos después de su muerte. Y así,
muchas de las leyes no eran aplicables a vagabundos del desierto; leyes sobre
agricultura, sobre el sacrificio de bueyes, carneros y palomas, acerca de la
tejeduría de telas, acerca de ornamentos de oro y plata, acerca del cultivo de
la tierra, acerca de cosechas, del trillado de cereales, acerca de casas y
templos, acerca de ciudades de refugio, y de muchas otras cosas de imposible
aplicación a unos pocos hambrientos que vagaban sobre arenas y rocas.
No solamente admiten ahora los teólogos
inteligentes y honrados que Moisés no fue el autor del Pentateuco, sino también
que nadie sabe quiénes fueron los autores, o quién escribió uno solo de estos
libros, o un capítulo, o un renglón. Sabemos que no se escribieron en una misma
generación; que no fueron escritos por una sola persona; que están llenos de
errores y contradicciones. Se admite también que Josué no escribió el libro que
lleva su nombre, porque refiere sucesos que no acontecieron hasta mucho tiempo
después de su muerte.
Nadie sabe, ni pretende saber, quién fue
el autor de Jueces. Todo lo que sabemos es que se escribió siglos después de que
los jueces habían dejado de existir. Nadie conoce el autor de Ruth, ni del
Primero y Segundo de Samuel; todo lo que sabemos que Samuel no escribió los
libros que llevan su nombre. En el capítulo 25 del Primer libro de Samuel se
relata cómo él fue criado por la Bruja de Endor.
Nadie conoce el autor de los libros
Primero y Segundo de Reyes, y el Segundo de Crónicas; todo lo que sabemos es
que son libros carentes de todo valor.
Sabemos que los Salmos no fueron escritos
por David. En los Salmos se habla del Cautiverio, y eso no tuvo lugar sino
hasta unos quinientos años después de que David "durmió con sus
padres."
Sabemos que Salomón no escribió los
proverbios ni el Cantar de los Cantares; que Isaías no escribió el libro que
lleva su nombre; que nadie sabe el autor de Job, Eclesiastés, o Esther, o de
ningún otro libro del Antiguo Testamento, con excepción del de Ezra (Esdras).
Sabemos que Dios no se menciona en ninguna
forma en el libro de Esther. Sabemos también que el libro es cruel, absurdo e
imposible. Dios no se menciona en el Cantar de Salomón, el mejor libro del
Antiguo Testamento. Y sabemos que Eclesiastés fue escrito por un incrédulo.
Sabemos también que los judíos mismos no
habían decidido hasta el siglo segundo después de Cristo cuáles libros eran inspirados
o auténticos.
Sabemos que la idea de una inspiración fue
creciendo lentamente, y que la inspiración fue determinada por individuos que
tenían ciertos objetivos que alcanzar.
II ¿Está inspirado el Antiguo Testamento?
Si lo está, debiera ser un libro que
ningún ser humano -ningún número de humanos- podría producir.
Debería contener la perfección de la
filosofía. Debería estar en perfecto acuerdo con todos los hechos de la
naturaleza.
No debería contener errores de astronomía,
geología, o de cualquier otro sujeto o ciencia.
Su moral debería ser la más elevada, la
más pura.
Sus leyes y reglamentos para la regulación
de la conducta deberían ser justos, sabios, perfectos, y totalmente idóneos
para lograr los fines deseados.
No debería contener nada calculado para
hacer al hombre cruel, rencoroso, vengativo o infame.
Debería estar lleno de inteligencia,
justicia, pureza, honestidad, misericordia y espíritu de libertad.
Debería manifestarse contra las luchas y
guerras, la esclavitud y la concupiscencia, la ignorancia, la credulidad y la
superstición.
Debería desarrollar el cerebro y civilizar
el corazón.
Debería satisfacer el corazón y el cerebro
de los mejores y más sabios.
Debería ser cierto.
¿Se ajusta el Antiguo Testamento a esos
patrones? ¿Hay algo en el Antiguo Testamento -en historia, en teoría, en leyes,
en gobierno, en moral, en ciencia- superior a las ideas, creencias, costumbres
y pre-juicios de los autores y de la gente entre las cuales vivían? ¿Hay algún
rayo de luz de alguna fuente sobrenatural?
Los antiguos hebreos creían que la Tierra
era el centro del universo, y que el sol, la luna y las estrellas, eran puntos
en el cielo. La Biblia está de acuerdo con eso.
Creían que la Tierra era plana, con cuatro
esquinas; que el cielo, el firmamento, era sólido; el piso de la casa de
Jehová. La Biblia enseña eso mismo.
Creían que el sol se movía alrededor de la
Tierra, y que deteniendo al sol el día se prolongaría. La Biblia está de
acuerdo con eso.
Creían que Adán y Eva habían sido las
primeras personas; que habían sido creados no hace muchos años, y que ellos,
los hebreos, son sus descendientes directos. La Biblia enseña eso.
Si de algo podemos estar seguros es de que
los escritores de la Biblia estaban equivocados en cuanto a la creación, la
astronomía, la geología, acerca de las causas de los fenómenos, el origen del
mal y la causa de la muerte. Ahora bien, hay que admitir que si un ser perfecto
fue el autor de la Biblia, él sabía todas las ciencias, todos los hechos, y no
pudo haber cometido un error.
Si, por consiguiente, hay errores, malas
interpretaciones, falsas teorías, mitos ignorantes y disparates en la Biblia,
tuvo que haber sido hecha por seres imperfectos, es decir, por hombre
ignorantes y equivocados. Nada puede ser más claro que esto.
Durante siglos la Iglesia insistió en que
la Biblia era absolutamente cierta; que no contenía equivocaciones; que la
historia de la creación era cierta; que su astronomía y su geología
estaban de acuerdo con los hechos; que los hombres de ciencia que diferían del
Antiguo Testamento eran infieles y ateos.
Ahora eso ha cambiado. Los cristianos
educados admiten que los escritores de la Biblia no estaban inspirados en
cuanto a ninguna de las ciencias. Saben que Dios, o Jehová, no inspiró a los
escritores de su libro con el fin de que educaran al mundo sobre astronomía,
geología, o ciencia alguna. Admiten ahora que los inspirados señores que
escribieron el Antiguo Testamento no sabían nada de ciencia alguna, y que
escribieron sobre la Tierra, las estrellas, el sol y la luna, de acuerdo con la
ignorancia general de su época.
Se necesitaron muchos siglos para obligar
a los teólogos a admitir eso. A regañadientes, llenos de malas intenciones y
odio, los clérigos se retiraron del campo, dejando la victoria a la ciencia.
Adoptaron otra posición. Declararon que
los autores, o más bien los escritores, de la Biblia, estaban inspirados en
cosas espirituales y morales; que Jehová quería dar a conocer a sus hijos su
voluntad y su amor infinito por ellos; que Jehová, viendo a la gente malvada,
ignorante y depravada, quiso hacerlos piadosos y justos, sabios y espirituales,
y que la Biblia está inspirada en cuanto a sus leyes, la religión que enseña, y
sus ideas de gobierno.
Este es el asunto ahora. ¿Está la Biblia
en cualquier grado más correcta en sus ideas sobre la justicia, la compasión,
la moral, o la religión, que en su concepto de las ciencias? ¿Es moral? Condona
la esclavitud; permite la poligamia.
¿Hubiese podido hacer peor un demonio? ¿Es
compasiva? En la guerra alzó la bandera negra; ordenó la destrucción, la
masacre, de todos, viejos, enfermos, desvalidos, esposas y bebés.
¿Eran sus leyes inspiradas? Cientos de
faltas se condenan con la muerte. Recoger ramas el domingo, asesinar al padre
el lunes, eran crímenes de igual magnitud. No hay en la literatura mundial un
código más sangriento. La ley de la venganza, de la represalia, fue la ley
de Jehová. Ojo por ojo, diente por diente, miembro por miembro. Esto es
salvajismo, no filosofía.
¿Es justa y razonable? La Biblia está opuesta
a la tolerancia religiosa, a la libertad religiosa. Todo el que difería de la
mayoría era muerto a pedradas. La investigación era un crimen. Se ordenaba a
los esposos denunciar a la esposa incrédula y ayudar a darle muerte. Es la
enemiga del Arte. "No harás imágenes." Eso fue la muerte del Arte.
Palestina nunca ha producido un pintor ni un escultor.
¿Es civilizada la Biblia? Defiende el
embuste, el hurto, el robo, el asesinato, la venta de carne estropeada a los
extranjeros, y hasta el sacrificio de seres humanos a Jehová.
¿Es filosófica? Enseña que los pecados de
las personas pueden trasladarse a un animal, a una cabra. Hace de la maternidad
una falta por la cual hay que hacer una ofrenda de pecado. Era una falta dar a
luz un varón, y doble falta dar a luz una hembra. Hacer aceite para el cabello
similar al que usaban los clérigos era un delito castigable con la muerte. La
sangre de un ave sacrificada sobre agua corriente era considerada una medicina.
¿Sería capaz un dios civilizado de
embarrar sus altares con sangre de bueyes, corderos y palomas? ¿Haría él
carniceros de todos sus sacerdotes? ¿Se deleitaría con el olor de la carne
quemándose?
III Los Diez Mandamientos
Algunos abogados cristianos -algunos
eminentes y estúpidos jueces- han dicho y siguen diciendo que los Diez
Mandamientos son la base de toda ley.
Nada podría ser más absurdo. Mucho antes
de que se dictasen esos mandamientos, había códigos legales en India y en
Egipto, leyes contra el asesinato, el perjurio, el hurto, el adulterio y el
fraude. Tales leyes son tan antiguas como la sociedad humana; tan viejas como
el amor a la vida; como la industria, como la idea de la prosperidad, como
el amor humano.
De los Diez Mandamientos, todos los que
son buenos son viejos; todos los que son nuevos son estúpidos. Si Jehová
hubiese estado civilizado, hubiera dejado afuera el mandamiento de observar el
Sábado, y en su lugar hubiera dicho: "No esclavices a tu prójimo."
Hubiera omitido el que se refiere a
juramentos, y dicho: "El hombre tendrá una sola esposa, y la mujer un solo
esposo." Hubiera omitido el que se refiere a imágenes talladas, y dicho en
su lugar: "No librarás guerras de exterminio, y no desenvainarás la espada
excepto en defensa propia."
Si Jehová hubiese sido civilizado, ¡cuán
superiores hubiesen sido los Diez Mandamientos! Todo lo que llamamos progreso,
la emancipación del hombre, el trabajo, la substitución de la pena de muerte
por el encarcelamiento, de la prisión por simple multa, la destrucción de la
poligamia, la libertad de expresión, los derechos de conciencia, en pocas
palabras, todo lo que ha tendido al desarrollo y a la civilización del ser
humano; todos los resultados de la investigación, la observación, la
experiencia y el libre pensamiento; todo lo que el hombre ha logrado para beneficio
del hombre desde el final de la Edad del Oscurantismo, ha sido logrado a pesar
del Antiguo Testamento.
Permítanme poner de relieve la moral, la
compasión, la filosofía y la bondad del Antiguo Testamento:
LA HISTORIA DE ACHÁN
Josué tomó la ciudad de Jericó. Antes de
la caída de la ciudad, declaró que todo el botín tomado sería para el Señor. A
pesar de esa orden, Achán escondió alguna plata y oro. Después Josué trató de
tomar la ciudad de Ai. Fracasó, y muchos de sus soldados murieron. Josué
investigó la causa de su derrota y descubrió que Achán había escondido una
pieza de vestir, doscientas monedas de plata y una cuña de oro. Achán confesó.
A continuación, Josué tomó a Achán, a sus
hijos e hijas, sus bueyes y ovejas, y los mató a pedradas a todos y quemó los
cuerpos.
No hay nada que indique que los hijos e
hijas habían cometido crimen alguno. Ciertamente, los bueyes y ovejas no debían
haber sido muertos a pedradas por el crimen de su dueño. ¡He ahí la justicia,
la misericordia, de Jehová! Después de que Josué cometió tal crimen, con la
ayuda de Jehová capturó la ciudad de Ai.
LA HISTORIA DE ELISHA
"Y de allí fue para Betel, y cuando
iba por el camino, salieron unos niños de la ciudad y se burlaban de él, y le
decían, 'Sigue por ahí, calvo'.
"Y el se volvió y los miró, y los
maldijo en nombre del Señor. Y salieron del bosque dos osas y despedazaron a
cuarenta y dos de los niños.
¡Eso fue obra del buen Dios, el
misericordioso Jehová!
LA HISTORIA DE DANIEL
El Rey Darío había honrado y exaltado a
Daniel, y los príncipes nativos estaban celosos. Así, pues, indujeron al rey a
que firmara un decreto a efectos de que cualquier hombre que pidiese algo a
hombre o a dios, a excepción del Rey Darío, durante treinta días, debería ser
echado en la guarida de los leones.
Después, estos hombres supieron que Daniel
rezaba a Jehová tres veces todos los días con el rostro hacia Jerusalén.
Después de lo cual Daniel fue echado en la
guarida de los leones; se colocó una piedra en la entrada, sellada con el sello
real.
El Rey pasó una noche mala. A la mañana
siguiente fue a la guarida y llamó a Daniel a gritos. Daniel contestó, diciendo
al Rey que Dios había enviado su ángel y cerrado la boca a los leones.
Daniel fue sacado vivo y bien, y el Rey se
convirtió, creyendo en el dios de Daniel.
Darío, siendo entonces creyente del dios
verdadero, mandó a llamar a los hombres que habían acusado a Daniel, con sus
esposas e hijos, y los echó a todos en la guarida de los leones. "Y los
leones les rompieron todos los huesos en pedacitos." ¿Qué habían hecho las
esposas y los pequeños niños? ¿En qué forma habían ofendido al Rey Darío, el
creyente en Jehová? ¿Quien protegió a Daniel? ¡Jehová! ¿Quién dejó de proteger
a las inocentes esposas y sus hijos? ¡Jehová!
LA HISTORIA DE JOSÉ
El Faraón tuvo un sueño, y este sueño fue
interpretado por José.
Según la interpretación, iba a haber en
Egipto siete años de abundancia, seguidos de siete años de hambre. José
aconsejó al Faraón que comprara todo lo sobrante de los siete años de
abundancia y la almacenara para los años de hambre.
El Faraón nombró a José ministro o agente
suyo, y le ordenó que comprara los granos de los años de abundancia.
Vino entonces el hambre. La gente acudía
al Rey pidiendo ayuda. Él les contestaba que acudieran a José e hicieran lo que
él dijese.
José vendió trigo a los egipcios hasta que
emplearon todo el dinero que tenían, hasta que él se quedó con todo el dinero.
Cuando se les acabó el dinero, la gente
decía: "Danos trigo y te daremos nuestro ganado."
José les dejó adquirir trigo hasta que
todo el ganado vacuno, todos los caballos y todas las manadas fueron dadas a
él.
Entonces la gente dijo: "Danos trigo
y te daremos nuestras tierras."
Así, José les cedió trigo hasta que
hubieron de ceder todas sus tierras.
Pero el hambre continuaba, y así, pues,
los desventurados se vendieron a sí mismos, y todos se tornaron siervos del
Faraón.
Entonces José les dio simiente, e hizo un
acuerdo con ellos de que deberían para siempre ceder al Faraón un quinto de
todo lo que cosecharan.
¿Quién hizo posible a José interpretar el
sueño del Faraón? ¡Jehová! ¿Sabía Él en ese momento que José iba a usar la
información adquirida para robar y esclavizar al pueblo de Egipto? Sí. ¿Quién
produjo el hambre? ¡Jehová!
Es perfectamente claro que los judíos no
consideraban a Jehová dios de Egipto, dios de todo el mundo. Era su propio
dios, y de ellos solamente. Otras naciones tenían dioses, pero Jehová era
superior a todos los demás. Odiaba a todas las demás naciones y a todos los
otros dioses, y detestaba todas las religiones a excepción de la adoración de
sí mismo.
IV ¿Qué valor tiene?
¿Podría algún erudito decirnos qué valor
tiene el Génesis?
Sabemos que no es cierto, que se
contradice a sí mismo. Hay dos relatos de la creación en los capítulos primero
y segundo. En el primer relato, las aves y los animales fueron creados antes
que el hombre.
En el segundo, el hombre fue creado antes
que las aves y animales.
En el primero, las aves son hechas del
agua.
En el segundo, las aves fueron hechas de
la tierra.
En el primero, Adán y Eva son creados
juntos.
En el segundo, Adán fue hecho; entonces
los animales y aves, y entonces Eva fue creada de una de las costillas de Adán.
Estas historias son mucho más antiguas que
el Pentateuco.
Persa: Dio creó el mundo en seis días, un
hombre llamado Adama y una mujer llamada Evah, y entonces descansó.
Las historias etruscas, babilonias,
fenicias, caldeas y egipcias son igualísimas.
Los persas, griegos, egipcios, chinos e
hindúes tienen su Jardín del Edén y su Árbol de la Vida. Así también los
persas, los babilonios, los nubios, la gente del sur de la India, todos tenían
la historia de la caída del hombre y la astuta serpiente.
Los chinos dicen que el pecado vino al
mundo por la desobediencia de la mujer. Y hasta los tahitianos nos cuentan que
el hombre fue creado de la tierra, y la primera mujer, de uno de sus huesos.
Todas estas historias son igualmente
auténticas y de igual valor para el mundo, y todos sus autores estuvieron
igualmente inspirados.
Sabemos también que la historia del diluvio
es mucho más antigua que el libro Génesis, y sabemos también que no es cierta.
Sabemos que esta historia del Génesis fue copiada de los caldeos. Allí se
encuentra todo lo de la lluvia, el arca, los animales, la paloma que soltaron
tres veces, y la montaña donde el arca descansó.
De modo que los hindúes, chinos, parsis,
persas, griegos, mexicanos y escandinavos tienen substancialmente la misma
historia.
También sabemos que el relato de la Torre
de Babel es una fábula infantil.
¿Entonces que queda del inspirado libro
Génesis? ¿Hay en él una palabra calculada para desarrollar el corazón o el
cerebro? ¿Hay en él algún pensamiento elevado, un gran principio, algo poético,
alguna palabra que reviente como el capullo de una flor?
¿Hay algo en él excepto monótonos y
detallados relatos de cosas que nunca sucedieron?
¿Hay algo en el Éxodo calculado para hacer
al hombre generoso, cariñoso, noble?
¿Está bien enseñar a los niños que Dios
torturó al inocente ganado de los egipcios -los mató magullándolos con piedras de
granizo- por causa de los pecados del Faraón?
¿Nos hace compasivos creer que Dios mató a
los primogénitos de los egipcios --los primogénitos del pueblo pobre y
sufrido-- de la lastimosa joven que trabajaba en el molino -- por causa de la
maldad del rey?
¿Podemos creer que los dioses de Egipto
realizaban milagros? ¿Que cambiaron el agua en sangre, y palitos en serpientes?
En el Éxodo no hay un solo pensamiento
original ni una sola línea de algún valor.
Sabemos, si es que algo sabemos, que este
libro fue escrito por salvajes, salvajes que creían en la esclavitud, la
poligamia, las guerras de exterminio.
Sabemos que la historia que se cuenta es
imposible, y que los milagros nunca tuvieron lugar. Este libro admite que hay
otros dioses además de Jehová. En el capítulo 17 aparece este versículo:
"Ahora sé que el Señor es mayor que todos los dioses." (Nota del
traductor: No fue posible localizar tal expresión en el capítulo 17 de la
Sagrada Biblia para la Familia Católica, pero sí el versículo Éxodo 18; 11, que
sigue: "Ahora conozco bien que el Señor es grande sobre todos los dioses,
como se ha visto.")
Así, en este libro bendito se predica el
deber del sacrificio humano, el sacrificio de bebés.
En el capítulo 22 se encuentra esta orden:
"No serás perezoso en darme las primicias de tus frutas maduras y tus
licores; el primogénito de tus hijos, el primero de tus bueyes y ovejas, siete
días estarán con la madre, y el día octavo me los ofrecerás."
¿Ha servido el Éxodo de ayuda o de
obstáculo a la especie humana?
Quite del Éxodo las leyes que pertenecen a
todas las naciones, y ¿quedará algo de valor?
¿Hay algo de importancia en el Levítico?
¿Hay algún capítulo que merezca la pena de leerse? ¿Qué interés tenemos en las
ropas de los sacerdotes, en las cortinas y cirios del tabernáculo, en las
tenazas y palas del altar, o en el aceite para el cabello a usar por los
levitas?
¿De qué utilidad el cruel código, los
espeluznantes castigos, las maldiciones, las falsedades y los milagros de este
libro ignorante e infame?
¿Y qué hay en el libro de Números, con sus
sacrificios y el agua de los celos, con su pan de proposición y sus cucharas,
sus cabritos y harina fina, su aceite y candelabros, sus pepinos, cebolla y
maná, que ayude e instruya a la humanidad? ¿Qué interés tenemos en la rebelión
de Korah, el agua de la separación, las cenizas de una novilla (ternera) roja,
la descarada serpiente, el agua que seguía a la gente colina arriba y abajo
durante cuarenta años, y el asno inspirado del profeta Balaam? ¿Han estos
absurdos y crueldades, estas supersticiones infantiles y salvajes, ayudado a
civilizar al mundo?
¿Hay algo en Josué -con sus guerras, sus
asesinatos y masacres, sus espadas chorreando la sangre de las madres y bebés,
sus torturas y mutilaciones, sus fraudes y furia, su odio y su venganza-
calculado para mejorar el mundo? ¿No hiere cada capítulo el corazón de todo
buen hombre? ¿Es un libro para leer a los niños? El libro de Josué es tan
inmisericorde como el hambre, tan feroz como el corazón de un animal salvaje.
Es la historia, la justificación, la santificación, de casi todo crimen.
El libro de Jueces es más o menos igual,
nada más que derramamiento de sangre, la horrible historia de Jael y de Sísera,
de Gideón y sus trompetas y jarras, de Jeftá y su hija, a quien asesinó para
complacer a Jehová. Aquí encontramos la historia de Sansón, en que un dios-sol
ha sido cambiado en gigante hebreo.
Lean este libro de Josué -lean sobre el
asesinato de mujeres, esposas, madres con sus bebés- lean sus imposibles
milagros, sus crímenes desalmados, todo hecho de acuerdo con las órdenes de
Jehová, y díganme si este libro está calculado para hacernos clementes,
generosos y cariñosos.
Reconozco que la historia de Ruth es en
algunos aspectos una historia hermosa y conmovedora; que se relata con
naturalidad, y que su amor por Naomí era profundo y puro. Pero en materia de
noviazgo difícilmente aconsejaríamos a nuestras hijas seguir el ejemplo de
Ruth. No obstante, debemos recordar que Ruth era una viuda.
¿Hay nada digno de leerse en los libros Primero
y Segundo de Samuel? ¿Debe un profeta de Dios cortar en pedazos a un rey
capturado? ¿Es la historia del arca, su captura y devolución, de importancia
para nosotros? ¿Es correcto, justo y compasivo matar cincuenta mil hombres
porque habían mirado al interior de una caja? ¿De qué provecho nos sirven las
guerras de Saúl y de David, las historias de Goliat y la Bruja de Endor? ¿Por
qué tuvo que matar Jehová a Uzzah por extender la mano para impedir que cayera
el arca, mientras que perdonaba a David por asesinar a Uría y robarle la
esposa?
De acuerdo con "Samuel," David
hizo un censo del pueblo. Esto causó la ira de Jehová, y como castigo permitió
a David escoger entre siete años de hambre, tres meses de fuga delante de sus
enemigos, o tres días de pestilencia. David, teniendo confianza en Dios,
escogió los tres días de pestilencia, y en consecuencia Dios, el
misericordioso, por el pecado de David, mató a setenta mil personas inocentes.
¿En esas mismas circunstancias qué hubiese
hecho un diablo?
¿Hay alguna cosa en Primero y Segundo de
Reyes que sugiera la idea de inspiración?
Cuando David estaba muriendo, le dice a su
hijo Salomón que asesine a Joab, que no permita que su canosa cabeza baje al
sepulcro en paz. Con su último aliento ordena a su hijo arrancar la cabeza
canosa de Shimel. Habiendo pronunciado esas palabras compasivas, el buen David,
el hombre hecho al corazón de Dios, durmió con sus padres.
¿Era necesario inspirar al hombre que
escribió la historia de la construcción del templo, o la historia de la visita
de la Reina de Sheba, o decir el número de esposas de Salomón?
¿Qué nos interesa la atrofia de la mano de
Jeroboam, la profecía de Jehú, o la historia de Elías y los cuervos?
¿Podemos creer que Elías trajo llamas del
cielo, o que por fin fue al Paraíso en una carroza de fuego?
¿Podemos creer la multiplicación por
Elisha del aceite de la viuda, que un ejército quedó ciego, o que un hacha
flotó en el agua?
¿Nos civiliza leer sobre la decapitación
de los setenta hijos de Ajab, el arrancar los ojos de Zedekías, y el asesinato
de sus hijos?
¿Hay una sola palabra en Primero y Segundo
de Reyes calculada para hacer al hombre mejor? Primero y Segundo de Crónicas no
es más que una repetición de lo que se dice en Primero y Segundo de Reyes. Las
mismas viejas historias, un poco omitido, un poco añadido, pero ni mejoradas ni
empeoradas en ningún respecto.
El libro de Ezra carece de importancia.
Nos dice que Cirus, Rey de Persia, lanzó una proclamación para construir un
templo en Jerusalén, y que declaró que Jehová era el verdadero y único dios.
Nada podía ser más absurdo. Ezra nos
cuenta su regreso del cautiverio, la construcción del Templo, su dedicación,
unos cuantos rezos, y eso es todo. Este libro carece de importancia y de
utilidad.
Nehemías es más o menos lo mismo,
solamente cuenta la construcción de un muro, las quejas del pueblo por los
impuestos, una lista de los que regresaron de Babilonia, un catálogo de los que
moran en Jerusalén, y la dedicación de los muros. Ni una palabra en Nehemías
vale la pena de leerse.
Viene entonces el libro de Esther. En él
nos cuentan que el Rey Ahasueras estaba ebrio, que mandó a traer a su reina,
Vashti, para que mostrara sus encantos a él y a sus invitados. Vashti se negó.
Esto enfureció al rey, y ordenó que de cada provincia se trajesen ante él las
más bellas doncellas, para escoger una y substituir a Vashti.
Entre otras, le trajeron a Ester, una
judía. Fue la escogida y se hizo la esposa del rey. Entonces un caballero
nombrado Hamán quería que se diese muerte a todos los judíos, y el rey, no
sabiendo que Ester era de esa raza, firmó un decreto de que se matasen todos
los judíos. Gracias a los esfuerzos de Mordecai y de Ester, el decreto fue
anulado y los judíos se salvaron.
Hamán preparó un cadalso para ahorcar a
Mordecai, pero la buena Ester se las arregló para que Hamán y sus diez hijos
fuesen ahorcados en el cadalso que Hamán había construido, y a los judíos les
permitieron dar muerte a más de 75,000 de los súbditos del rey.
Ésa es la inspirada historia de Ester.
En el libro de Job encontramos algunos
sentimientos elevados, algunos pensamientos sublimes y estúpidos, algo de lo
maravilloso y sublime de la naturaleza, las alegrías y pesares de la vida, pero
la historia es infame.
Algunos de los Salmos son buenos, muchos
son indiferentes, unos cuantos son infames. En ellos se mezclan los vicios y
las virtudes. Tiene versos que enaltecen, versos que degradan. Hay oraciones
por perdón y por venganza. En la literatura del mundo no hay nada más cruel ni
más infame que el salmo 109.
En los Proverbios hay mucha sutilezas,
muchas expresiones substanciosas y prudentes, muchas sabias declaraciones. Las
mismas ideas se expresan de muchas maneras -- la sabiduría de la economía y el
silencio, los peligros de la vanidad y el ocio. Algunas son triviales, otras
tontas, y muchas sabias. Estos proverbios no son generosos, no son
altruísticos. Dichos de igual significado se encuentran en todas las naciones.
Eclesiastés es el libro más inteligente de
la biblia. Fue escrito por un incrédulo -un filósofo- un agnóstico. Quítenle
las interpolaciones, y está de acuerdo con el pensamiento del siglo diecinueve.
En este libro aparecen los pasajes más filosóficos y poéticos de la biblia.
Después de cruzar todo un desierto de
muerte y crimen, después de haber leído el Pentateuco, Josué, Jueces, Samuel,
Reyes y Crónicas, es una delicia llegar a esta plantación de palmas llamada El
Cantar de los Cantares, de Salomón. Drama de amor, de amor humano; poema sin
Jehová, poema nacido del corazón, y fiel a los divinos instintos del alma.
"Duermo yo, pero no mi corazón."
Isaías es obra de varios. Sus palabras
infladas, sus vagas imágenes, sus profecías y maldiciones, sus desvaríos contra
reyes y naciones, su burla de la sabiduría del hombre, su odio a la alegría. no
contienen la más ligera tendencia a aumentar el bienestar humano. En este libro
se consigna el más absurdo de todos los milagros. La sombra del reloj de sol
retrocede diez grados para convencer a Ezequías de que Jehová le va a conceder
quince años más de vida.
¡En este milagro, el mundo, girando de
oeste a este a una velocidad de más de mil millas (unos 1.500 kilómetros) por
hora, no solamente se detiene, sino que gira en dirección contraria hasta que
la sombra del reloj retrocede diez grados! ¿Hay en el mundo entero un hombre o
una mujer inteligente que crea esta imposible falsedad?
Jeremías nada contiene de importancia - no
hechos de valor, nada más que un afán de criticar, lamentaciones, refunfuños,
gemidos, maldiciones y promesas; nada más que hambre y oración, la prosperidad
del malvado, la ruina de los judíos, el cautiverio y el regreso, y por último,
Jeremías, el traidor, en el cepo y el calabozo. Lamentaciones es simplemente la
continuación de los arrebatos del mismo demente pesimista; nada sino polvo,
ropa de saco y cenizas, lágrimas y gemidos, denuncias y denuestos.
Y Ezekiel comiendo manuscritos,
profetizando sitio y desolación, con visiones de carbones de fuego, de
querubines, de ruedas con ojos, y la forma y figura de la caldera hirviente, y
la resurrección de los huesos desecados no tiene utilidad alguna ni valor
posible.
Con Voltaire, digo que cualquiera que
admire a Ezekiel debería verse obligado a cenar con él.
Daniel es un sueño desordenado, una
pesadilla.
¿Qué puede sacarse de este libro con su
imagen de una cabeza de oro, con pecho y brazos de plata, con vientre y muslos
de cobre, con piernas de hierro y pies de hierro y barro; con su escritura en
la pared, su guarida de leones, y su visión del carnero y la cabra?
¿Hay algo que aprender de Oseas y su
esposa?
¿Hay algo útil en Joel, Amos, Obadía?
¿Podemos sacar algo bueno de Jonás y su
calabacera?
¿Es posible que Dios sea el verdadero
autor de Micas y Nahum, de Habakkuk y Zefanía, de Haggai y Malachi y Zacarías,
con sus caballos rojos, sus cuatro cuernos, sus cuatro carpinteros, su rollo
volador, sus montañas de cobre y su piedra con cuatro ojos? (Nota del
traductor: Los nombres propios que se consignan se escriben en forma
distinta en cada una de ocho biblias que
tengo abiertas sobre mi mesa de trabajo)
¿Hay algo en estos "inspirados"
libros que haya sido de beneficio a la humanidad?
¿Nos han enseñado a cultivar la tierra, a
construir casas, a tejer telas, a preparar alimentos?
¿Nos han enseñado a pintar cuadros,
cincelar estatuas, construir puentes, o vapores, o algo de belleza o utilidad?
¿Hemos sacado del Antiguo Testamento
nuestras ideas de gobierno, libertad religiosa, libertad de pensamiento?
¿Hemos sacado de alguno de estos libros
pizca de ciencia alguna?
¿Hay en el "sagrado volumen" una
palabra, una línea que haya aumentado la riqueza, la sabiduría, la felicidad de
la humanidad?
¿Es alguno de los libros del Antiguo
Testamento tan entretenido como "Robinson Crusoe," "Los Viajes
de Gulliver," o "Peter Wilkins y su Esposa Voladora"?
¿Sabía el autor del Génesis tanto sobre la
naturaleza como Humbolt, o Darwin, o Haeckel?
¿Es el llamado Código Mosaico tan sabio, o
tan compasivo como el código de cualquier nación civilizada?
¿Fueron los escritores de Reyes y Crónicas
tan grandes historiadores, tan grandes escritores, como Gibbon y Draper?
¿Es Jeremías el igual de Dickens o
Thackeray? ¿Pueden los autores de Job y de los Salmos compararse con
Shakespeare? ¿Por qué debemos atribuir lo mejor al hombre y lo peor a Dios?
V ¿Era Jehová un Dios de amor?
¿Salieron estas palabras de un corazón
amoroso?:
"Cuando el Señor tu Dios los eche
delante de ti, debes matarlos y destruirlos completamente; no harás convenio
con ellos, ni les mostrarás misericordia alguna."
"Voy a amontonar mal sobre ellos. Voy
a mandarles mis flechas; serán quemados con hambre y devorados con calor
ardiente y con amarga destrucción."
"Voy a enviar los colmillos de
bestias contra ellos, con serpientes venenosas del polvo."
"La espada exteriormente, y el terror
interiormente, destruirá al hombre joven y a la joven virgen; al niño de pecho
como al hombre de cabellos grises."
"Que sus hijos sean huérfanos de
padre y su esposa sea viuda; que sus niños sean eternos vagabundos y mendigos;
que busquen su pan en lugares desolados; que el extorsionista le saque todo lo
que tiene, que el extranjero le arruine todo su trabajo; que no haya quien le
brinde merced, ni quien ayude a sus hijos huérfanos."
"Y comerás el fruto de tu propio
cuerpo la carne de tus hijos e
hijas."
"Y el cielo que está sobre ti será
cobre, y la tierra que esta debajo de ti será hierro."
Maldito serás en la ciudad, y maldito
serás en el campo."
"Embriagaré mis flechas con
sangre."
"Me reiré de sus calamidades."
¿Salieron estas maldiciones y amenazas de
un corazón amante, o de la boca del salvajismo?
¿Fue Jehová un dios o un demonio?
¿Por qué vamos a colocar a Jehová por
encima de todos los dioses?
¿Ha imaginado el hombre, en su ignorancia
y temor, un monstruo mayor?
¿Han adorado los bárbaros de ninguna
tierra, en ningún tiempo, a un dios más desalmado?
Brahma era mil veces más noble, y también
Osiris y Zeus y Júpiter. Y también el dios supremo de los aztecas, a quien
ellos le ofrecían solamente perfume de flores. El peor dios de los hindúes, con
su collar de calaveras y su brazalete de serpientes vivas, era bondadoso y
misericordioso comparado con Jehová.
Comparado con Marco Aurelio, ¡qué pequeño
parece Jehová! Comparado con Abraham Lincoln, ¡qué cruel, qué despreciable, es
este dios!
VI La administración de Jehová
Creó el mundo, los ejércitos celestiales,
el hombre y la mujer, los colocó en un jardín. Entonces la serpiente los
engañó, y los echaron de allí y fueron condenados a ganarse el pan. Jehová
frustrado.
Entonces probó otra vez. Trató durante
unos mil seiscientos años de civilizar a la gente. Ni escuelas, ni iglesias, ni
biblia, ni panfletos, nadie que enseñara a leer y escribir, ni diez
mandamientos. La gente empeoraba, hasta que el compasivo Jehová envió el
diluvio y ahogó a toda la gente a excepción de Noé y su familia, ocho en total.
Entonces empezó todo otra vez, y les
cambió la dieta. Al principio Adán y Eva eran vegetarianos. Después del diluvio
Jehová dijo: "Todo lo que se mueve y vive te servirá de alimento":
serpientes y buitres.
Volvió a fracasar, y en la Torre de Babel
dispersó a la gente.
Al descubrir que no podía tener éxito con
toda la gente, pensó en probar con pocos, y así escogió a Abraham y sus
descendientes.
De nuevo fracasó, y su pueblo escogido fue
capturado por los egipcios y mantenidos en la esclavitud durante cuatrocientos
años.
Entonces probó otra vez - los rescató del
Faraón y los encaminó hacia Palestina.
Entonces les cambió la dieta,
permitiéndoles comer solamente los animales que tienen el casco hendido y que
rumian.
Volvió a fracasar. La gente lo odiaba y
prefería la esclavitud de Egipto antes que la libertad de Jehová. Así, pues,
los mantuvo errantes hasta que casi todos los que habían venido de Egipto
habían muerto. Entonces probó otra vez - los metió en Palestina y los puso bajo
el gobierno de Jueces.
Esto también fue un fracaso; no escuelas,
no biblia. Probó con reyes, y los reyes fueron mayormente idólatras.
Entonces el pueblo escogido fue
conquistado y llevado en cautiverio por los babilonios.
Otro fracaso.
Entonces regresaron, y Jehová probó con
profetas -chillones y llorones- pero la gente siguió peor y peor. No escuelas,
no ciencia, no arte, no comercio. Entonces Jehová se hizo carne, naciendo de
una mujer, y vivió entre la gente que había estado tratando de civilizar
durante varios miles de años. Entonces esta gente, obedeciendo la ley que
Jehová les había dictado en el desierto, acusó a este Jehová-hombre -este
Cristo- de blasfemia; lo juzgaron, lo hallaron culpable y lo mataron. Jehová
había fracasado nuevamente.
Entonces desertó a los judíos y dirigió su
atención al resto del mundo.
Y ahora los judíos, abandonados por
Jehová, perseguidos por los cristianos, son la gente más próspera de la tierra.
Jehová fracasó otra vez.
¡Qué administración!
VII El Nuevo Testamento
¿Quién escribió el Nuevo Testamento?
Los eruditos cristianos admiten que no lo
saben. Admiten que si los cuatro evangelios hubiesen sido escritos por Mateo,
Marcos, Lucas y Juan, hubiesen sido escritos en hebreo. Y no obstante, ningún
manuscrito de esos evangelios en hebreo ha sido hallado jamás. Todos han sido
escritos en griego. Así, los teólogos educados admiten que las Epístolas,
Santiago y Judas, fueron escritas por personas que nunca habían visto los
cuatro evangelios. En estas epístolas -en Santiago y Judas- no se hace mención
de los evangelios o de milagro alguno en ellos consignados.
La primera mención hallada de uno de los
evangelios se hizo alrededor de ciento ocho años después del nacimiento de
Cristo, y los cuatro evangelios fueron nombrados y citados al comienzo del siglo
tercero, alrededor de ciento setenta años después de la muerte de Cristo.
Sabemos ahora que había muchos otros
evangelios además de nuestros cuatro, algunos de los cuales se han perdido.
Eran los evangelios de Pablo, el de los Egipcios, el de los Hebreos, de
Perfección, de Judas, de Tadeo, de la Infancia, de Tomás, de María, de Andrés,
de Nicodemo, de Marción, y varios otros. Así había los Hechos de Pilatos, de
Andrés, de María, de Pablo y Tecla y muchas otros; y también un libro llamado
el Pastor de Hermas.
Al principio ninguno de esos libros estaba
considerado como inspirado. El Antiguo Testamento era considerado divino; pero
los libros que ahora constituyen el Nuevo Testamento eran vistos como
producciones humanas. Ahora sabemos que no sabemos quién escribió los cuatro
evangelios.
La cuestión es, ¿estaban inspirados los
autores de estos cuatro evangelios? Si estaban inspirados, entonces los cuatro
evangelios deben ser verídicos. Si son verídicos, deben estar de acuerdo.
Los cuatro evangelios están en desacuerdo.
Mateo, Marcos y Lucas no sabían nada de la
expiación, nada de la salvación por la fe. Sabían solamente del evangelio de
las buenas acciones, de la caridad. Enseñan que si perdonamos a otros, Dios nos
perdonará a nosotros.
Con esto el evangelio de Juan no está de
acuerdo. En ese evangelio nos enseñan que debemos creer en el Señor Jesucristo;
que debemos volver a nacer; que debemos beber la sangre y comer la carne de
Cristo. En este evangelio encontramos la doctrina de la expiación y de que Cristo
murió por nosotros y sufrió en lugar de nosotros.
Este evangelio difiere totalmente de los
otros tres. Si los otros tres son veraces, el evangelio de Juan es falso. Si el
evangelio de Juan fue escrito por un hombre inspirado, los escritores de los
otros tres estaban desinspirados. De esto no hay escapatoria posible. Los
cuatro no pueden ser verídicos.
Es evidente que hay muchas interpolaciones
en los cuatro evangelios. Por ejemplo, en el capítulo 28 de Mateo se relata que
los soldados destacados en la tumba de Cristo fueron sobornados para que
dijeran que los discípulos de Jesús se habían llevado el cadáver mientras
ellos, los soldados, dormían. Esto es claramente una interpolación. Es una
ruptura en el relato.
El verso 10 debería estar seguido por el
16. El diez dice: "Entonces Jesús les dijo, "No temáis; id a decir a
mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán." El verso 16 dice:
"Entonces los once discípulos partieron hacia Galilea a una montaña, donde
Jesús les había dado cita."
La historia acerca de los soldados,
contenida en los versos 11, 12, 12, 14 y 15, es una interpolación, una idea que
surgió después, mucho después. El verso 15 lo confirma. Dice: "Y así
tomaron el dinero e hicieron lo que se les indicó. Y eso es lo que comúnmente
se dice entre los judíos hasta hoy."
Con certeza, esta historia no está en el
evangelio original, y sin duda el verso 15 no fue escrito por un judío. Ningún
judío hubieseescrito esto: "Y eso es lo que comúnmente se dice entre los
judíos hasta hoy."
Marcos, Juan y Lucas nunca oyeron que los
soldados hubiesen sido sobornados por los sacerdotes; o, si lo oyeron, no
pensaron que valía la pena de consignarlo. Así los relatos sobre la Ascensión
de Jesucristo en Marcos y Lucas son interpolaciones. Mateo no dice nada sobre la
Ascensión. De seguro jamás tuvo lugar un milagro mayor, y sin embargo Mateo,
que estaba presente --que vio al Señor alzarse, ascender y desaparecer-- no
creyó que eso merecía mencionarse.
Por otra parte, las últimas palabras de
Cristo, según Mateo, contradicen la Ascensión: "He aquí, yo estoy con
ustedes siempre, aun hasta el fin del mundo." Juan, que estaba presente,
si Cristo realmente ascendió, no dice una palabra sobre el asunto. En cuanto a
las Ascensión, los evangelios no están de acuerdo.
Marcos da la última conversación que
Cristo sostuvo con sus discípulos, como sigue:
(traducción del original, no cita literal
de ninguna de mis varias biblias castellanas - nota del traductor):
"Id por el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no
crea será condenado. Y estas señales seguirán a los que crean: en mi nombre
sacarán demonios; hablarán por nuevas lenguas. Tomarán serpientes, y si beben
algo mortal no les hará daño; pondrán las manos sobre el enfermo, y estos
sanarán. Así, después de que el Señor les habló, fue recibido en el cielo y
sentóse a la diestra de Dios."
¿Es posible que esta descripción haya sido
escrita por algún testigo de este milagro?
Este milagro lo describe Lucas como sigue:
"Y sucedió que mientras los bendecía, partió de ellos y fue llevado al
cielo." La brevedad es el alma de la imaginación.
En los Hechos no dicen que: "Después
de que habló, mientras lo miraban, fue alzado y una nube lo recibió, fuera de
la vista."
Ni Lucas, ni Mateo, ni Juan, ni el
escritor de Hechos oyó una palabra de la conversación atribuida a Cristo y
Marcos. El hecho es que la Ascensión no es un hecho alegado por los discípulos.
Primero Cristo era un hombre y nada más. María fue su madre, José su padre. La
genealogía de su padre, José, se consigna para mostrar que era del linaje de
David.
Después se proclamó la pretensión de que
era hijo de Dios, y que su madre era una virgen y que siguió siéndolo hasta la
muerte.
Entonces se afirmó que Cristo se alzó de
la muerte y ascendió corporalmente al cielo. Se necesitaron muchos años para
que estos absurdos tomaran posesión de las mentes humanas.
¿Si Cristo se alzó de los muertos, por qué
no se apareció a sus enemigos? ¿Por qué no fue a ver a Caifas, el gran
sacerdote? ¿Por que no hizo otra entrada triunfal en Jerusalén?
Si realmente ascendió, ¿por qué no lo hizo
en público, en presencia de los que lo persiguieron? ¿Por qué éste, el mayor de
los milagros, se efectuó en secreto, en una esquina?
Fue un milagro que pudo haber sido visto
por vastas multitudes --un milagro que no podía fingirse-- que hubiese
convencido a cientos de millares.
Después de la Resurrección, la Ascensión
se volvió una necesidad. Había que disponer del cuerpo. Así hay muchas otras
interpolaciones en los evangelios y epístolas.
Nuevamente pregunto: ¿Es verídico el Nuevo
Testamento? ¿Hay quien crea hoy que en el nacimiento de Cristo hubo un saludo
celestial; que una estrella condujo a los Reyes Magos del Oriente; que Herodes
hizo matar los bebés de Belén de dos años de edad o menos?
Los evangelios están repletos de relatos
de milagros. ¿Fueron hechos de verdad?
Mateo da los particulares de alrededor de
veintidós milagros, Marcos de alrededor de diecinueve, Lucas de alrededor de
dieciocho, y Juan de alrededor de siete.
De acuerdo con los evangelios, Cristo
curaba las enfermedades, sacaba demonios, increpaba al mar, curaba ciegos,
alimentó multitudes con cuatro panecillos y dos pescados, caminó sobre el mar,
maldijo a una higuera, cambiaba el agua en vino y alzaba a los muertos.
Mateo es el único que habla de la Estrella
y de los Magos (los "sabios" en algunas biblias; nota del traductor);
el único que cuenta sobre el asesinato de los bebés.
Juan es el único que dice algo sobre la
resurrección de Lázaro, y Lucas es el único que relata la resurrección de la
viuda del hijo de Naín.
¿Cómo es posible corroborar estos
milagros?
Los judíos, entre quienes se dice que
fueron realizados, no los creyeron. Los enfermos, los paralíticos, los
leprosos, los ciegos curados no se unieron a Cristo y lo siguieron. De los que
se alzaron de entre los muertos no volvió a saberse más.
¿Cree algún hombre inteligente en la
existencia de demonios? Los escritores de tres de los evangelios ciertamente
sí. Juan no dice nada de Cristo sacando demonios, pero Mateo, Marcos y Lucas
dan muchos ejemplos.
¿Hay algún hombre normal ahora que crea
que Cristo sacaba demonios? Si sus discípulos dijeron que sí, estaban
equivocados. Si Cristo dijo que los sacaba, era un impostor o un loco.
Si los relatos de la extracción de
demonios eran falsos, entonces los escritores eran ignorantes o deshonestos. Si
escribieron en la ignorancia, no estaban inspirados. Si escribieron lo que
sabían falso, no estaban inspirados. Si lo que escribieron es falso, lo mismo
si lo sabían que si no, no estaban inspirados. En aquel tiempo se creía que la
parálisis agitante, la epilepsia, la sordera, la locura y muchas otras
enfermedades eran causadas por demonios; que los demonios se posesionaban de
los cuerpos de hombres y mujeres y residían en ellos. Cristo lo creía, enseñó
esa creencia a otros, y pretendía que curaba enfermedades expulsando a los
demonios de los enfermos y locos. Sabemos ahora, si es que algo sabemos, que
las enfermedades no son causadas por la presencia de demonios. Sabemos, si
es que sabemos algo, que no hay demonios que residan en los cuerpos humanos.
Si Cristo dijo e hizo lo que los
escritores de los tres evangelios dicen que dijo e hizo, entonces Cristo estaba
equivocado. Si estaba equivocado, es seguro que no era Dios. Y si estaba
equivocado, con certeza que no estaba inspirado.
¿Es un hecho cierto que el Diablo haya
tratado de sobornar a Cristo?
¿Es cierto que el Diablo haya cargado a
Cristo hasta lo alto del templo y tratado de inducirlo a saltar al suelo?
¿Cómo pueden demostrarse tales milagros?
Los protagonistas no escribieron cosa
alguna, Cristo no escribió nada, y el Diablo guardó silencio.
¿Cómo sabemos que el Diablo trató de
sobornar a Cristo? ¿Quién escribió el relato? No sabemos. ¿Cómo obtuvo la
información el escritor? No lo sabemos.
Alguien, hace mil setecientos años, dice
que el Diablo trató de sobornar a Dios; que el Diablo cargó a Dios hasta la
cúspide del templo, y trató de convencerlo de que saltase a tierra, y que Dios
fue demasiado inteligente para aceptar el desafío del Diablo.
Esa es toda la evidencia que tenemos.
¿Hay algo en la literatura mundial más
perfectamente idiota?
La gente inteligente ya no cree en brujas,
magos, fantasmas y demonios, y está perfectamente convencida de que cada
palabra del Nuevo Testamento sobre la extracción de demonios es totalmente
falsa.
¿Podemos creer que Cristo alzó a los
muertos?
Una viuda que residía en Naín sigue el
cadáver de su hijo hacia la tumba. Cristo detiene el cortejo fúnebre, resucita
al joven, y lo devuelve a los brazos de su madre.
El joven desaparece. No vuelve a saberse
de él. Nadie tiene el menor interés en el hombre que regresó del reino de los
muertos. Lucas es el único que relata la historia. Quizás Mateo, Marcos y Juan
no la oyeron jamás, o no la creyeron y por eso la omitieron.
Juan dice que Lázaro fue alzado de entre
los muertos; Mateo, Marcos y Lucas no dicen palabra sobre ello.
Fue más maravilloso que alzar al hijo de
la viuda. Éste no había estado enterrado durante días. Iba solamente camino a
la tumba, pero Lázaro estaba de verdad muerto. Había empezado a descomponerse.
Lázaro no despertó el menor interés. Nadie
le preguntó sobre el otro mundo. Nadie le preguntó sobre sus amigos fallecidos.
Cuando murió por segunda vez nadie dijo: "Él no tiene miedo. Ya ha
recorrido ese camino dos veces y sabe bien a dónde va."
No creemos en los milagros de Mahoma, y
sin embargo están tan bien atestiguados como éste. No tenemos confianza en los
milagros realizados por José Smith, y no obstante, la evidencia es mucho mayor,
mucho mejor.
Si un hombre fuese por ahí pretendiendo
resucitar muertos y extraer demonios, lo considerarímos loco. ¿Qué podemos,
pues, decir de Cristo? Si queremos salvar su reputación, estamos obligados a
decir que nunca pretendió haber resucitado muertos; que nunca pretendió haber
sacado demonios.
Tenemos que llegar a la conclusión de que
estas cosas imposibles y propias de ignorantes fueron inventadas por
fanatizados discípulos que buscaban la forma de deificar a su líder.
En esos días de ignorancia, estas
falsedades aumentaban la fama de Cristo. Pero ahora ponen su carácter en
peligro, y aminoran a los autores de los evangelios.
¿Podemos ahora creer que el agua se cambió
en vino? Juan cuenta ese infantil milagro, y dice que los otros discípulos
estaban presentes. Sin embargo, Mateo, Marcos y Lucas no dicen nada sobre él.
Tomen el milagro del hombre curado en el estanque de Bethseda. Juan dice que un
ángel agitaba el agua del estanque de Bethseda, y que el primero que saltase al
agua después de sacudida, se curaba.
¿Hay quien crea ahora que un ángel iba al
estanque y agitaba el agua. ¿Hay quien crea hoy que el primer infeliz que
saltase al agua se curaba? Sin embargo, el autor del evangelio según Juan
creía y aseguraba estos absurdos. Si estaba equivocado acerca de esto, puede
que haya estado equivocado acerca de todos los milagros que consigna.
Juan es el único que habla de ese estanque
de Bethseda. Posiblemente los otros discípulos no creyeron la historia.
¿Cómo explicar estos pretendidos milagros?
En los días de los discípulos, y por
muchos siglos después, el mundo estaba saturado de lo sobrenatural. Casi todo
lo que sucedía se consideraba milagroso. Dios era el inmediato gobernador del
mundo. Si la gente se portaba bien, Dios enviaba tiempo de simiente y tiempo de
cosecha; pero si se portaba mal, enviaba inundaciones, granizo, la helada y el
hambre. Si algo maravilloso ocurría, se exageraba hasta que se convertía en
milagro.
Acerca del orden de los sucesos, de la
cadena ininterrumpida e ininterrumpible de las causas y los efectos, la gente
no tenía conocimiento ni idea.
El milagro es el distintivo y la marca del
fraude. Ningún milagro ha sido efectuado jamás. Ninguna persona inteligente y
honrada ha pretendido jamás, ni pretenderá, haber realizado un milagro.
Si Cristo realizó los milagros que se le
atribuyen, si curó al paralítico y al loco; si devolvió el oído al sordo, la
vista al ciego, si limpió al leproso con una palabra, si su tacto devolvió la
vida y el sensación al miembro atrofiado; si dio pulso y movimiento, calor y
pensamiento, al barro frío y sin aliento; si conquistó la muerte y rescató de
la tumba la pálida presa, ninguna palabra se hubiese proferido, ninguna mano
alzado, excepto en su elogio y honor. En su presencia todas las cabezas se
hubiesen descubierto, todas las rodillas hubiesen tocado el suelo.
¿No es extraño que en el juicio de Cristo
no se encontró a nadie que dijese una palabra en su favor? Ninguno se irguió y
adelantó para decir: "Yo era leproso, y este hombre me curó con un
toque." Ninguna mujer dijo: "Yo soy la viuda de Naín, y éste es mi
hijo, que este hombre alzó de entre los muertos." Ningún hombre dijo:
"Yo era ciego, y este hombre me devolvió la vista."
Todos guardaron silencio.
VIII La filosofía de Cristo
Millones hay que aseguran que la filosofía
de Cristo es perfecta, que fue el hombre más sabio que jamás usó la palabra.
Veamos:
“No opongan resistencia al mal. Si les
golpean una mejilla, presenten la otra”.
¿Hay alguna filosofía, alguna sabiduría en
esto? Cristo priva a la bondad, a la virtud, a la verdad, el derecho a la
defensa propia. El vicio se vuelve dueño y señor del mundo, y los buenos las
víctimas de los infames. Ningún hombre tiene derecho a proteger su persona, su
propiedad, su esposa y sus hijos. El gobierno se torna imposible, y el mundo
queda a merced de los criminales. ¿Hay algún absurdo que sobrepase éste?
“Ame a sus enemigos”.
¿Es esto posible? ¿Ha amado jamás a sus
enemigos un ser humano? ¿Amaba Cristo a los suyos cuando los denunció de hipócritas
y víboras?
No podemos amar a los que nos odian. El
odio en el corazón ajeno no crea amor en el nuestro. No resistir al mal es
absurdo; amar al enemigo es imposible. No se preocupen por el mañana.
La idea es que Dios cuidaría de nosotros
como la hacía con los gorriones y lirios. ¿Hay el menor sentido en esa
creencia? ¿Cuida Dios de alguien?
¿Podemos vivir sin pensar en el mañana?
Arar, plantar, cultivar, cosechar, es pensar en el mañana. Planeamos y
trabajamos por el futuro, por nuestros hijos, por las generaciones aún no
nacidas que vendrán. Sin esa previsión no podría haber progreso ni
civilización. El mundo regresaría a las cuevas y antros de salvajismo.
“Si tu ojo derecho te ofende, arráncalo.
Si tu mano derecha te ofende, córtala”.
¿Por qué?
“Porque es mejor que se pierda uno de los
miembros que todo el cuerpo sea lanzado al infierno”.
¿Hay alguna sabiduría en sacarse los ojos
o cortarse las manos? ¿Es posible extraer de estas disparatadas palabras el más
pequeño grano de sentido común?
No jurar, ni por el Cielo, ni por el trono
de Dios, ni por la tierra, que es el descanso para sus pies, ni por Jerusalén,
que es su ciudad sagrada.
Aquí nos encontramos con la astronomía y
la geología de Cristo. El cielo es el trono de Dios, el monarca; la tierra es una
banqueta donde apoya sus pies. ¡Un apoyo que gira a miles de millas por hora y
barre el espacio a más de mil millas por minuto!
¿Dónde creía Cristo que estaba el cielo?
¿Por qué era Jerusalén una ciudad santa? ¿Sería porque sus habitantes eran
ignorantes, crudos y supersticiosos?
"Si algún hombre te demanda ante la
corte y obtiene tu chaqueta, dale también tu manto."
¿Hay alguna filosofía, algún sentido, en
ese mandamiento? ¿No sería tan justo y sensato decir: "Si algún hombre
obtiene un fallo contra ti por cien dólares, dale doscientos"? Solamente
los locos serían capaces de dar o de seguir ese consejo.
"No piensen que he venido a traer paz
en la tierra. No he venido a traer la paz, sino una espada. Porque vengo a
poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre."
Si eso es verdad, ¡cuanto mejor hubiera
sido que no hubiese venido!
¿Es posible que uno que dijo, "No
resista al mal," venga a traer una espada? ¿Que uno que dijo, "Ama a
tus enemigos," venga a destruir la paz del mundo?
Poner al padre contra el hijo, a la hija
contra el padre ¡qué gloriosa misión!
Sí trajo una espada, y la espada estuvo
mojada en sangre inocente durante mil años. Sembró en millones de corazones las
semillas del odio y la venganza. Dividió las naciones y familias, extinguió la
luz de la razón, y petrificó el corazón del hombre.
"Y todo el que abandone su casa, sus
hermanos o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por mí,
recibirá cien veces ello, y heredará la vida eterna."
De acuerdo con Mateo, el compasivo, el
misericordioso Cristo pronunció esas terribles palabras. ¿Es posible que Cristo
haya ofrecido el soborno de la alegría eterna a los que abandonasen a sus
padres, madres, esposas e hijos? ¿Hemos de ganar la felicidad celestial
abandonando a los seres que amamos? ¿Habrá que arruinar un hogar aquí a cambio
de una mansión palaciega allá? Y nos dicen que Cristo es ejemplo para todo el
mundo. ¿Desertó él a su padre y madre? Él habló a su madre, "Mujer, ¿qué
tengo yo que ver contigo?
Los fariseos dijeron a Cristo: "¿Es
justo pagar tributo al César?" Cristo dijo: "Muéstrame el dinero del
tributo." Le trajeron un centavo, y él les dijo: "¿De quién es esta
imagen y la inscripción?" Le dijeron, "De César." Y Cristo dijo:
"Dad al César lo que es del
César."
¿Creía Cristo que el dinero pertenecía al
César porque su imagen y nombre estaban estampados en él? ¿Tenía el César
derecho a reclamarlo porque estaba adornado con su imagen? ¿Se desprende de
esta conversación que Cristo comprendía la verdadera naturaleza y la utilidad
del dinero?
¿Podemos decir ahora que Cristo fue el
mayor de los filósofos?
IX ¿Dio Cristo un buen ejemplo?
Nunca dijo una palabra en favor de la
educación. Nunca insinuó siquiera que existía alguna de las ciencias. Nunca
pronunció una palabra en favor de la industria, la economía, o esfuerzo alguno
para mejorar las condiciones de este mundo. Era el enemigo de los triunfadores,
de los acaudalados. Dives fue enviado al infierno, no por haber sido malo, sino
por haber sido rico. Lázaro fue remitido al cielo, no por haber sido bueno,
sino por haber sido pobre.
A Cristo no le importaban la pintura, la
escultura, la música, ningún arte. Nada dijo acerca de los deberes de nación a
nación, de rey a súbdito; nada de los derechos humanos; ni una palabra en pro
del calor del hogar; ni una palabra a favor del matrimonio o el honor de la
maternidad.
Nunca se casó. Vagó sin residencia, de un
lado a otro, con unos cuantos discípulos. Ninguno de ellos parece haberse
dedicado a algún negocio de utilidad, y al parecer vivían de las limosnas.
Todos los lazos humanos eran vistos con
desprecio; este mundo se sacrificaba por el próximo; todo esfuerzo humano era
desalentado. Dios iba a mantener y proteger.
Al fin, al borde de la muerte, Cristo,
viendo que había estado equivocado, gritó:
"Dios mío, dios mío, ¿por qué me has
abandonado?"
Nosotros hemos encontrado que el ser
humano debe depender de sí mismo. Debe desmontar la tierra; debe construir el
hogar; debe arar y plantar; debe inventar; debe trabajar con las manos y el
cerebro; debe vencer las dificultades y los obstáculos; debe conquistar y
esclavizar las fuerzas de la naturaleza para que hagan el trabajo del mundo.
X ¿Por qué colocar a Cristo en la cumbre
de la humanidad?
¿Fue mas bondadoso, más clemente, más abnegado
que Buda? ¿Fue más sabio, se enfrentó a la muerte con más perfecta calma, que
Sócrates? ¿Fue más paciente, más caritativo, que Epicteto? ¿Fue un mayor
filósofo, un pensador más profundo, que Epicuro? ¿En qué respecto fue superior
a Zoroastro? ¿Fue más gentil que Lao-Tsze, más universal que Confucio? ¿Eran
sus ideas sobre los derechos y deberes humanos superiores a las de Zeno?
¿Expresó mayor verdades que Cicerón? ¿Fue su mente superior a la de Spinoza?
¿Fue su cerebro igual al de Keplero, o el de Newton? ¿Fue mayor o más sublime
en la muerte que Bruno? ¿Fue en inteligencia, fuerza y belleza de expresión, en
extensión y profundidad de pensamiento, en la riqueza de la ilustra
ción, en aptitud comparativa, en
conocimiento del corazón y el cerebro humanos, de todas las pasiones,
esperanzas y temores, el igual de Shakespeare, cumbre de la raza humana?
Si Cristo era en realidad Dios, sabría el
futuro. Delante de él, como un panorama, se movía la historia reservada por el
futuro. Sabía cómo sus palabras serían interpretadas. Sabía qué crímenes, qué
horrores, qué infamias, habrían de cometerse en su nombre. Sabía que las
voraces llamas de la persecución treparían alrededor de los cuerpos de
incontables mártires; sabría que miles y miles de valientes hombres y mujeres
languidecerían en las obscuras mazmorras. Sabría que su iglesia iba a inventar
y utilizar instrumentos de tortura; que sus seguidores apelarían al látigo y a
la pira, a la cadena y al potro del tormento. Vería el horizonte del futuro
enrojecido con las llamas de los autos de fe. Sabría que surgirían credos de
cada texto como hongos venenosos. Vería las sectas de ignorantes guerreando una
con otra, miles de hombres, a las órdenes de los sacerdotes, construyendo
prisiones para sus semejantes. Vería miles de cadalsos chorreando la sangre de
los mejores y más valientes. Habría visto a sus seguidores usando los
instrumentos del dolor. Oiría los quejidos, vería los rostros blancos en la
agonía. Oiría los sollozos, suspiros y gritos de las multitudes martirizadas.
Sabría los comentarios que habría de escribirse con espadas sobre sus palabras,
a leerse a la luz de las hogueras. Sabría que la Inquisición iba a nacer de las
enseñanzas que se le atribuían.
Vio las interpolaciones y falsedades que
la hipocresía iba a escribir y decir. Vio todas las guerras que se librarían, y
sabía que sobre todos estos campos de muerte, estos calabozos, estos potros,
estas piras, estas ejecuciones, habría de flotar durante mil años la chorreante
bandera de la cruz.
Sabía que la hipocresía se cubriría de
manto y se coronaría, que la crueldad y la credulidad regirían al mundo; sabía
que la libertad perecería de la tierra; sabía que los papas y reyes
esclavizarían en nombre suyo las almas y los cuerpos de las personas, que
perseguirían y destruirían a los descubridores, pensadores e inventores, que su
iglesia extinguiría la santa luz de la razón y dejaría el mundo sin una
estrella.
Veía a sus discípulos apagando los ojos de
los hombres, desollándolos vivos, cortándoles la lengua, buscándoles todos los
nervios capaces de producir dolor. Sabía que en su nombre sus seguidores
comerciarían con la carne humana; que por oro las criaturas serían arrancadas
de las cunas y de los pechos maternos.
Y, no obstante, murió con silentes labios.
¿Por qué no habló?
¿Por qué no dijo a sus discípulos, y al
mundo a través de ellos: "No quemaréis, no aprisionaréis ni torturaréis en
mi nombre. No
perseguiréis a vuestros semejantes."
¿Por qué no dijo claramente: "Soy el
Hijo de Dios," o "Soy Dios"?
¿Por qué no explicó la Trinidad?
¿Por qué no aclaró la forma de bautismo
que más le agradaba?
¿Por qué no escribió un credo? ¿Por qué no
rompió las cadenas de los esclavos?
¿Por qué no dijo que el Antiguo Testamento
era, o no era, la palabra inspirada de Dios?
¿Por qué no escribió el Nuevo Testamento
él mismo?
¿Por qué dejó sus palabra a la ignorancia,
la hipocresía y el azar?
¿Por qué no dijo algo positivo, definitivo
y satisfactorio acerca de otro mundo?
¿Por qué no convirtió la esperanza del
cielo manchada de lágrimas en la feliz certidumbre de otra vida?
¿Por qué no nos dijo algo sobre los
derechos humanos, sobre la libertad de manos y cerebro?
¿Por qué fue tontamente a la muerte,
dejando al mundo en la miseria y la duda?
Voy a decirles por qué. Era un hombre, y
no sabía.
XI Inspiración
Hasta alrededor del siglo Tercero no se
había pretendido ni creído que los libros que componían el Nuevo Testamento
fuesen inspirados.
Se recordará que había gran número de
libros, de Evangelios, Epístolas y Hechos, y que de entre ellos los
"inspirados" fueron seleccionados por hombres
"desinspirados."
Entre los "Padres" había grandes
diferencias de opinión sobre cuáles libros eran inspirados; mucha discusión y
odio. Muchos de los libros ahora considerados apócrifos eran considerados divinos
por muchos de los "Padres," y algunos ahora considerados inspirados
se creían falsos.
Muchos de los primeros cristianos y
algunos de los "Padres" rechazaban el Evangelio de Juan, la Epístola
a los Hebreos, Santiago, Pedro, y la Revelación de San Juan. Por otra parte,
muchos otros de ellos consideraban el Evangelio de los Hebreos, el de los
Egipcios, las Prédicas de Pedro, el pastor de Hermas, la epístola de Barnabás,
la Revelación de Pedro, la Revelación de Pablo, la Epístola de Clemente, el
evangelio de Nicodemo, libros inspirados, iguales al mejor de los mejores. De
estos libros y muchos otros, los cristianos eligieron los inspirados.
Los hombres que hicieron la selección eran
ignorantes y supersticiosos. Creían firmemente en lo milagroso. Pensaban que
los delantales y pañuelos de los apóstoles, y los huesos de los muertos, habían
curado enfermedades. Creían en la fábula del Fénix, y que las hienas cambiaban
de sexo todos los años. ¿Estaban inspirados los hombres que hicieron la
selección a través de muchos siglos? ¿Eran ellos --ignorantes, crédulos,
estúpidos y malintencionados-- mejor calificados para juzgar la
"inspiración" que los estudiantes de nuestros tiempos? ¿Hasta qué
grado estamos sujetos a su opinión? ¿No tenemos derecho a juzgar por nosotros
mismos?
Erasmo, uno de los líderes de la Reforma,
declaró que la Epístola de los Hebreos no fue escrita por Pablo, y negó la
inspiración de la Segunda y Tercera de Juan, así como la Revelación
(Apocalipsis).
Lutero era de la misma opinión. Declaró
que la epístola de Santiago era paja (expresión que en inglés se usa para
indicar lo baladí, falso, ficticio - nota del traductor), y negaba la
inspiración del Apocalipsis.
Zwinglio rechazó este último libro, y
hasta Calvino negó que Pablo fuese el autor de (la epístola a los) Hebreos.
La verdad es que los Protestantes no
estuvieron de acuerdo en cuáles libros eran inspirados hasta 1647, cuando la
Asamblea de Westminster.
Para probar que un libro es inspirado, hay
que probar la existencia de Dios. Débese probar también que ese dios piensa,
actúa, tiene objetivos, propósitos y miras. Esto es algo difícil.
Es imposible concebir un ser perfecto. Sin
tener concepto de un ser perfecto, es imposible decir si los hechos conocidos
tienden a probar o a refutar la existencia de tal ser.
Dios es una conjetura. Si aceptamos la
existencia de Dios, ¿cómo probar que él inspiró a los escritores de los libros
de la biblia?
¿Cómo puede un hombre dictaminar la
inspiración de otro?
¿Cómo puede un hombre inspirado probar que
ha sido inspirado?
¿Cómo puede saber él mismo que está
inspirado? No hay manera de probar el hecho de la inspiración. La única
evidencia es la palabra de algún individuo que de ninguna manera podía saber
cosa alguna del asunto.
¿Qué es la inspiración? ¿Usó hombres como
instrumentos Dios? ¿Los movió a escribir sus pensamientos? ¿Tomó posesión de
sus mentes y destruyó sus voluntades?
¿Estaban esos escritores controlados
solamente en parte, de modo que sus errores, su ignorancia y sus prejuicios se
mezclaron con la sabiduría de Dios?
¿Cómo separaríamos los errores humanos de
los pensamientos divinos? ¿Podríamos hacer eso nosotros mismos sin estar
inspirados? Si los escritores originales lo estaban, entonces los traductores
deben haberlo estado, y también los que nos dicen lo que la biblia significa.
¿Cómo es posible a un ser humano saber que
está inspirado por un ser infinito? Pero de una cosa podemos estar seguros: un
libro inspirado debe con certeza sobrepasar en excelencia a todos los libros
producidos por hombres desinspirados. Debe, sobre todo, ser veraz, lleno de
sabiduría, florecido de belleza -- perfecto.
Los ministros se preguntan cómo yo puedo
ser tan malvado como para atacar la Biblia. Les diré:
Este libro, la Biblia, ha perseguido
inclusive hasta la muerte, a los más sabios y mejores.
Este libro detuvo el movimiento hacia
adelante de la especie humana.
Este libro envenenó las fuentes de la
educación y desencaminó las energías humanas.
Este libro es enemigo de la libertad,
defensor de la esclavitud.
Este libro sembró las semillas del odio en
las familias y naciones, alimentó las llamas de la guerra, y empobreció el
mundo.
Este libro es el baluarte de reyes y
tiranos, esclavizador de mujeres y niños.
Este libro ha corrompido parlamentos y
cortes. Este libro ha hecho de colegios y universidades maestros del error y
aborrecedores de la ciencia.
Este libro ha llenado la cristiandad de
sectas odiosas, crueles, ignorantes y guerreantes.
Este libro enseñó al hombre a matar a sus
semejantes por amor a la religión.
Este libro fundó la Inquisición, inventó
los instrumentos de tortura, construyó calabozos donde han languidecido los
buenos, los amantes, ha forjado cadenas que se han enmohecido sobre sus carnes,
levantado cadalsos donde han muerto.
Este libro encendió los leños apilados a
los pies de los justos.
Este libro expulsó la razón de la mente de
millones y llenó de locos los asilos.
Este libro ha hecho a padres y madres
derramar la sangre de sus criaturas.
Este libro fue la plataforma donde la
madre esclava fue colocada para subastarla y arrancarla de su hijo.
Este libro hinchó las velas del traficante
en esclavos y convirtió la carne humana en mercancía.
Este libro encendió las hogueras que
quemaron brujos y brujas.
Este libro llenó la obscuridad de duendes
y fantasmas, y los cuerpos humanos de demonios. Este libro corrompió las almas
con el infame dogma del castigo eterno.
Este libro hizo de la credulidad la mayor
de las virtudes, y de la investigación el mayor de los crímenes.
Este libro llenó las naciones de ermitaños,
monjes y monjas -- de los píos e inútiles.
Este libro colocó al santo sucio e
ignorante por encima del filósofo y el filántropo.
Este libro enseñó al hombre a menospreciar
los goces de esta vida para ser feliz en otra -- el desperdicio de este mundo
por amor al próximo.
Ataco este libro porque es el enemigo de
la libertad, el obstáculo mayor colocado en el camino del progreso humano.
Déjenme que haga a esos ministros una
pregunta: ¿Cómo pueden ustedes ser tan malvados como para defender este libro?
XII La verdadera Biblia
Por miles de años las personas han estado
escribiendo la verdadera Biblia, y están escribiéndola día a día, y nunca se
terminará mientras el ser humano viva. Todos los hechos que sabemos, todos los
sucesos verídicamente registrados, todos los descubrimientos e inventos, todas
las maravillosas maquinarias cuyas ruedas y palancas parecen
dotadas de pensamiento propio, todos los
poemas, cristales del cerebro, flores del corazón, todos los cantos de amor y
alegría, de sonrisas y lágrimas, los grandes dramas de la imaginación mundial,
las maravillosas pinturas, milagros de forma y color, de luz y sombra, los
mármoles estupendos que parecen vivir y respirar, los secretos contados por
rocas y estrellas, por polvo y flores, por lluvia y nieve, por la helada y el
fuego, por la corriente que se desliza y por la arena del desierto, por la
cordillera montañosa y el río serpenteante y el ondeante mar.
Toda la sabiduría que alarga y ennoblece
la vida, todo lo que evita o cura enfermedades, o conquista el dolor, todas las
leyes justas y perfectas que gobiernan, guían y dan forma a nuestras vidas,
todos los pensamientos que alimentan las llamas del amor, la música que
transciende y embelesa, las victorias del corazón y el cerebro, los milagros
obrados por las manos humanas, las hábiles manos de los que han trabajado por
su esposa e hijo, las historias de los hechos nobles, de los seres humanos
valientes y útiles, de las esposas fieles y amantes, del insaciable amor de
madre, de los conflictos por lo justo, los sufrimientos por lo verídico, de lo
mejor de todo lo que los hombres y mujeres del mundo han dicho, pensado y hecho
a través de los años.
Estos tesoros del corazón y del cerebro
son las Sagradas Escrituras de la especie humana. ■